A lo largo de la historia se han sucedido numerosos
acontecimientos que han marcado un antes y un después en países, ciudades,
comarcas, poblaciones y personas en particular. Estos hechos a nadie dejan
indiferente, al revés, crean rivalidad y aunque no sepamos muy bien la historia
ni cómo ni porque ocurrió todo nos
obligamos a nosotros mismos a posicionarnos de un bando o de otro. Buscamos
afinidad con nuestros conocidos, involucramos a gente que no conoce la historia
a formar parte de nuestro bando y pretendemos demostrar porque tenemos nosotros
la razón y ellos no. Esto ocurre en todos los ámbitos de la vida, ya sea
política o religión.
Pero a pocos les causa mucho trauma si gana un partido
político u otro ni si somos cristianos o musulmanes pero como duele que tu hijo
sea culé cuando hasta tu abuelo pasando por primos y tíos todos sois merengues.
Hablo de Madrid y Barcelona porque son los equipos que generan mayor tensión en
los derbis pero esto ocurre en las hinchadas de las aficiones de todos los
países, ciudades, comarcas y pueblos. Esta semana en concreto es de esas
semanas que ningún jugador quiere perderse, quiere dar a la galería lo mejor de
sí y el nerviosismo y la precipitación que son carentes en otros partidos salen
a relucir.
Los derbis son más que 3 puntos en juego, el orgullo y el
honor están por encima la tabla de clasificación, solo vemos dos tipos de
camisetas y la que no coincida con la nuestra no conoce cara amiga. Aquí es
donde surge la mayor discusión porque nunca se acierta al poner el corazón en
el campo y no dejar a la razón actuar. Nuestra afición espera entrega, lucha y sacrificio y nuestro entrenador
quiere orden, respeto y 3 puntos ya que la semana siguiente continua la liga y
tienen que volver a estar todos a disposición del equipo, pero quien es el
valiente que le dice a los 16 convocados que no muerdan, sientan y se entreguen
los 90 minutos.
Qué bonito es ganar un derbi, que bonito es darle a tu
afición una alegría tan grande con la que poder presumir una vez más, que
bonito es afrontar una semana más la liga con el pecho bien hinchado lleno de
orgullo pero que bonito es haber respetado al rival, sin agresiones ni
violencia sino con buen futbol y con
armas deportivas, eso si que es bonito, poder levantar la cabeza al finalizar
el partido y poder dar la mano a todos sin excepción sin tener que avergonzarme
de nada.