Una de las cosas más llamativas en el mundo del
fútbol es la influencia que ejerce un campo de fútbol sobre la actitud de un
equipo. Puedes ser la plantilla o puede ser la consecución de resultados que se
vayan dando, pero sea por lo que sea
marca una tendencia positiva para algunos y no tan buena para otros.
En especial podemos ejemplarizarlo con el pulso que
están marcando el Cultural Maniños y el campo coruñés de Elviña. Todo tiene un
principio y un fin y está claro que empezar en Elviña contra un Victoria no es
un buen comienzo pero marco una serie de consecución de resultados negativos
que de un momento a otro llegará su fin.
Para mi va más allá de la táctica, del planteamiento
del entrenador y de la composición de la plantilla. Es una sensación de
inseguridad que queda en un segundo plano en nuestra cabeza
y aunque no podamos o no queramos reconocerla, nos impide concentrarnos en lo
importante que es el partido en si o el rival que tenemos delante. Los pases se
vuelven complicados las carreras interminables, los marcajes una pesadilla y
las distancias cada vez más grandes. Pero también se nos hizo eterno el partido
en Arteixo y no culpamos a las dimensiones del campo.
Hagamos un ejercicio de autocrítica y concienciémonos
de que no existen campos malditos sino mentes bloqueadas y no hay barrera que
no se pueda saltar de una manera u otra porque si mide un metro la salto solo,
si mide 2 me ayuda un compañero y si mide 10 la directiva compra una escalera.
Con esto quiero alentar a un equipo capacitado para
ganar en Elviña y en cualquier campo de esta primera autonómica. Pasemos de
tener un campo maldito a ser la bestia negra y el juez de la liga.